El
título de este escrito no se refiere a la famosa novela inglesa, “Cumbre
Borrascosa” escrita por Emily Brontë en 1847 sino sobre la VII Cumbre de las
Américas donde se congregarán por espacio de dos días (10 y 11 de abril de
2015) los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados Miembros del Hemisferio
para debatir sobre aspectos políticos y comprometerse a tomar acciones
concertadas tanto en sus respectivos países como en el ámbito regional.
Dos hechos tendrán mayor peso en
esta reunión cumbre de mandatario, uno la presencia del Presidente Barack
Obama, y la presencia de Cuba, la cual vuelve luego de haber sido expulsada del
seno de la OEA en 1962. Otro punto relevante es la presencia de Nicolás Maduro,
mandatario de Venezuela, país latinoamericano que está sintiendo el peso
interventor de la política norteamericana en busca de revertir la situación
imperante en esa nación.
El canciller de Ecuador, Ricardo
Patiño, dijo que será una “cumbre de alegría” y que la agenda está enfocada de
forma positiva, sin embargo, “eso depende del nivel de
diálogo entre Estados Unidos y Venezuela”, detalló en
declaraciones a AFP. Pero lejos de la alegría que debe rodear la cumbre,
al parecer los países latinoamericanos se volverán a reunir con claras
diferencias políticas, pues en pleno siglo XXI aun las diferencias políticas
nos dividen. En este escenario se congregarán los llamados países del Alba que
responde a una concepción nueva de gestión del estado y por el otro, los países
democráticos encabezados por los Estados Unidos que propician el libre mercado
y la globalización como fórmula para mejorar las condiciones sociales en las
Américas.
El
presidente de Cuba, Raúl Castro, dijo “asistiré para expresar nuestras posiciones
con sinceridad y respeto por todos los jefes de estado y de
gobierno sin excepción”, refiriendo a la Cumbre de las Américas. Para los
cubanos las posibilidades de lograr un acuerdo beneficioso para la isla no
parece una quimera, al contrario las muestras o señales de querer un cambio en
las relaciones de ambos estados parece estar a la vuelta de la esquina, en este
caso en la Cumbre de Jefes de Estado. Es un hecho relevante e histórico por la
cantidad de lustro que han separado a ambos gobiernos, años de diferencias
ideológicas. Ya se han dado señales para ello como la liberación de cubanos
señalados como espías, o la liberación de unas cuarentas empresas con los
cuales los norteamericanos no podían realizar negocios, muchas de ellas con
presencia en territorio panameño.
Así en medio
de sonrisas, brindis y ceremonias protocolares el ambiente de la Cumbre de
Jefes de Estado estará más que enrarerizado y cargado de conspiraciones. La izquierda liderizada por
Venezuela y Cuba tratarán de hacer valer sus concepciones sobre el mundo actual
donde el enemigo a batir son los Estados Unidos. Los heraldos del nuevo socialismo
no convencen a la mayoría de los habitantes en latinoamérica, lo consideran
hipócrita dado a que no plantean reales soluciones a las necesidades más
apremiantes de sus pueblos. La continuidad en el poder en contraposición a la
alternabilidad pone en peligro la gobernalidad democrática en el continente, donde
un solo personaje se adjudica, cual rey, las decisiones que impondrán a sus
subalternos, sin que exista posibilidad de echarlas para atrás.
Los Estados Unidos vienen a ver cómo
se encuentran sus vecinos, su traspatio como nos consideran. Pero esta vez, el
traspatio está invadido por otra corriente, se han tomado parte de ese
traspatio para intentar incubar en este territorio la semilla del socialismo
del siglo XXI que parece ser tener buenas ideas, pero tiene factores muy
negativos, uno de ellos, mencionado arriba, otros el derecho de los ciudadanos
a disentir, a opinar en contra de medidas que les afectan, y el uso desmedido
de la fuerza que le da el poder para acallar las voces disidentes. Así, el
viento parece favorecer a la larga a los Estados Unidos.
Panamá como anfitrión muestra su
mejor cara a los convidados, los hoteles están a su máxima capacidad, y la cita
será histórica pues el solo hecho de que dos enemigos antagónicos como lo son
los Estados Unidos y Cuba se entrelacen en un abrazo sin que ninguno de su
brazo a torcer, es indicativo que las cosas por estos lares están cambiando. Y
los Estados Unidos deben poner atención a estos, no volviendo a rearmar las
fuerzas armadas del continente, aliadas históricas de sus desaciertos en la
política aplicada al continente sino promoviendo soluciones contundentes a las
grandes necesidades de desarrollo de estos pueblos.
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