Un árbol parecido al marfil
Conocidos con el nombre científico de “Phytelephas macrocarpa”,
“Phytelephas seemannii”, o “Phytelephas Aequatorialis” de la
familia Arecaceae, la tagua es un árbol que crece en zonas
montañosas y húmedas en Panamá, Colombia, Perú, Ecuador y Brasil, cuyo
designación varía según el sitio donde se encuentre.
El desarrollo y proceso de germinación de la tagua se da en forma natural y
necesita unos quince años para dar frutos. En ciertos lugares de Suramérica, la
harina de tagua es utilizada como alimento para el ganado, cerdo o aves.
La tagua es una palma que alcanza un máximo de dos metros de altura.
Produce frutas del tamaño de un balón de baloncesto, y cada cápsula está
provista de 20 a 30 semillas que se endurecen al madurar.
La semilla es recolectada por los campesinos y luego que la fruta está
madura se corta y se espera de 8 a 15 días para su desprendimiento total de la
pulpa. Luego de que se seca la tagua, se procede a su distribución
clasificándolas de acuerdo a su tamaño.
Proceso de tallado de la tagua
Los indígenas panameños Emberá-Wounaan de Darién trabajan las
semillas, realizando verdaderas obras de artes mediante un proceso de tallado a
mano, luego de ello se procede al lijado y pulido de las piezas, realizándoles
al final un “curetaje” para evitar que se apolillen. Las figuras
son representaciones zoomórficas del mundo natural en que viven.
Los artesanos, especialmente los indígenas, se las ingenias en
ofrecer cada vez más una variedad de diseños y colores haciendo copias
idénticas a las encontradas en la naturaleza. Es como recrear un momento real
en la vida de un animal, hecho con precisión y con muchos detalles, así como
ofrecer una gran variedad de objetos.
La deforestación está amenazando el área donde crece la palma de tagua,
principalmente en Panamá y en América Latina y a los artesanos se les hace
difícil ubicar esta planta, lo que los obliga a internarse cada vez más en las
altas montañas.
La explotación de la tagua
La tagua como producto comercializable se explotó durante la época colonial
cuando los españoles, a su llegada al continente, comenzaron a utilizarla para
hacer botones, mangos de paraguas y bastones, pipas, teclas para pianos, juegos
de ajedrez y toda una gama de utensilios, utilizando las versatilidades de esta
semilla.
Los mercados de mayor consumo son los Estados Unidos y Europa a donde se
exportan en grandes cantidades. El descubrimiento del plástico en los años 30
del siglo pasado logró un poco alejarlo del comercio, utilizándose únicamente
en la industria de la joyería y de la alta costura. Sin embargo en la
actualidad ha subido la demanda debido a su utilidad para la confección de
artesanías, joyas y otras aplicaciones.
Esto obedece a la alarma causada por los derivados del petróleo y su daño
colateral al ambiente, además de las medidas tomadas en la prohibición de cazar
los elefantes o rinocerontes, animales en peligro de extinción cuyos cuernos
eran la materia prima del marfil en el mundo.
Un proyecto para domesticar la tagua
El interés económico que ha despertado la tagua en este siglo XXI ha hecho
que los países realicen investigaciones para poder cultivarla y así poder
industrializar sus productos.
Panamá, quien se sumó tarde a esta comercialización ha logrado perfeccionar
a través de su población indígena Emberá-Wounam recrear figuras muy elaboradas
de la vida de los animales en el bosque, los cuales son muy cotizados por los turistas a la hora de visitarlos en sus propias aldeas.
Debido a esto, empresas europeas han adelantado
negociaciones con el gobierno panameño para instalar una procesadora de tagua
en las selvas del Darién. Se ha sumado a la investigación el Instituto
Smithsonian de Investigaciones Tropicales, auspiciado por la Organización de
Maderas Tropicales con sede en Japón, para cultivarla fuera de la zonas selváticas
donde crece con el fin de domesticarla.
El proyecto plantea el estudio de la tagua para
conocer así su ciclo reproductivo y las posibilidades de cultivarla fuera de su
entorno natural, el cual está cada vez más amenazado producto de la
deforestación que se registra en su hábitat.
El estudio busca, además, lograr la explotación
sostenible de la tagua en Darién, donde los principales beneficiados serán los
indígenas de este territorio a la par de identificar, en el bosque, productos
no maderables para su explotación como lo son las resinas de los árboles,
semillas, frutas, fibras, arbustos medicinales, entre otros.
Stanley Heckadon, investigador y científico
panameño encargado del proyecto por el Smithsonian dijo “que el bosque
todavía es desconocido para la ciencia ya que de las 1 500 especies de árboles
que hay en Panamá, sólo 50 han sido estudiadas a profundidad”.
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